Por una parte nos desconcierta. ¿Qué? Felices los pobres, felices los que lloran, felices los perseguidos. Hombre, suena muy duro, ¿eh? Pero por otro lado, nos atraen estas bienaventuranzas, porque son una promesa de felicidad por parte de Jesús.

Mirad, a nosotros creo los cristianos en algunos momentos, se nos ha olvidado demasiado que el Evangelio de Jesús es una llamada a la felicidad. Nuestra vida cristiana no es una vida que esté hecha para amargar nuestra existencia, para hacer nuestra vida complicada, difícil, yo que sé. Ser cristiano es estar llamado a sentirse feliz y a sentir que Dios nos acompaña siempre y a sentir que nuestra vida tiene sentido.

Y saben que Jesús nos indica los caminos que conducen hacia la felicidad.
Hay veces que nos equivocamos y pensamos que hay cosas que nos van a hacer felices y luego a lo mejor nos esclavizan mucho. Y aquí es donde nos encontramos con la palabra de Jesús, que nos dice que la verdadera felicidad se alcanza por caminos diferentes, muy diferentes, a los que nos ofrece muchas veces nuestra sociedad.

Mira, si nos tuviéramos que decir, en otras palabras, que no son las del Evangelio, porque vamos por esta línea, según Jesús, es mejor dar que recibir.

Es mejor servir a los demás, estar a su disposición, que dominarles, que estar por encima de ellos.
Es mejor compartir que ir acaparando cosas.

Es mejor perdonar que vengarse.

Es mejor crear vida a nuestro alrededor que explotar a los demás.
Cuando cualquiera de nosotros trata de escuchar sinceramente lo mejor que hay en el fondo de nuestro corazón, intuimos, captamos que Jesús tiene razón. Y entonces entendemos algunas cosas que nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestros compañeros de vecindario, de barrio, muchas veces nosotros mismos no nos acabamos de entender.

Voy a intentar traducir un poco estas peraventuranzas.

Jesús nos ha dicho que son felices los que saben ser pobres, y no vivir a costa de lo que sea y de quien sea.

Jesús nos dice que son felices los que conocen el hambre y la necesidad, sobre todo porque no han querido explotar, vivir con trampas y sotear a los demás.

En cambio son desgraciados los que son capaces de vivir tranquilos, satisfechos, sin preocuparse de los necesitados que tenemos a nuestro lado.

Jesús nos dice que son felices los que lloran las injusticias, las muertes, las torturas, los abusos, el sufrimiento de tantos hombres o de miles de hermanos nuestros porque son de este grupo o del otro, o aquellos que les da lo mismo que les pase a los demás.

Jesús nos dice también que son felices los que se mantienen fieles a su conciencia, aunque muchos no les comprenden.

En cambio, son desgraciados los que sólo se preocupan de quedar bien, de quedar bien  y en las otras cosas, aunque vean que obran mal y lo hacen para verse la vida.

Y en definitiva, Jesús nos ha dicho otra cosa importante. Los pobres, los que tienen hambre, los que lloran, los que son injustamente perseguidos son los preferidos de Dios. Son también nuestros preferidos. 

Ojalá que cada uno de nosotros, nuestra comunidad cristiana, nuestra iglesia, tuviera siempre por delante de todos a los que son menos valorados y queridos en nuestra sociedad.
Que así sea. Gracias.