
Abelitus web


Esperando el alba
Y tú ...
a Ana María
Ni me di yo cuenta.
Era tan sutil
tan labrado encanto
que apenas podía
su tez vislumbrar.
Sin embargo un día,
no sé cuándo, un día
caí, gracia de caer,
en cuenta de luces
su tez florecía.
La tarde cesaba.
Estaba ya lejos
su cara y mi mano.
Luche en la tiniebla
¿con quién?, ¿si yo mismo
responder supiese,
acaso alcanzara
lid que amor envía?
Las canas de joven
me la presentaron
y su dulce rostro
me seguía quemando.
Y yo , egoista sin más,
tuve celos de su vida,
cerrele el paso que siempre
tuvo su mano en la mía.
La quiero aún.
Vitoria primavera 1977
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