
Abelitus web

Esperando el alba
Olvido y soledad
Nadie da las gracias
al cauce seco del río
por su pasado.
R. Tagore
Recuerdo que un día,
cuando yo era joven,
muy joven entonces,
paseaba despacio,
tranquilo y contento
por unas orillas de un cauce tremendo.
Vi cómo las aguas llevaban
las piedras, cantos y maderas.
Recuerdo,-¿quién sabe?- que era primavera.
Los sauces tenían sus hojas al viento..
Las flores teñían de rojo los campos.
Mas, pasado el tiempo
he vuelto a la senda que entonces pisara.
He encontrado el sauce, la piedra y el árbol
y he visto lo que ahora tengo que contaros..
Caen las hojas disecadas
del árbol que diera frutos,
que antaño el soto adornara
con sus banderas al aire.
Caen las hojas junto al río
resecadas por el tiempo,
la miseria y el trabajo
Caen sin tregua mas no al agua
pues el río que fluyera
como una fuente encharcada
está seco, viejo y muerto.
Caen las hojas y se fijan
en los cantos y las piedras,
en las plantas resecadas
que van inundando el cauce.
Caen las hojas y perciben
aquel puente de madera
que ornó en su tiempo las aguas
del arroyo ya secado.
Y por él, el puente digo,
yuntas de bueyes caminan
azuzados por su dueño
sin ver, sin fijarse
en esos terrenos.
Y al fondo, ¡valiente!
un niño, descalzo el pobre, sin amos,
mira la enorme vereda,
ve que las ramas se quedan
sin ornajes ni pulseras
que el cauce seco está viejo,
sólo piedras...
sólo piedras deja ver.
Ve que nadie
ni siquiera el campesino
vuelve su adusta mirada
sobre el río.
Y piensa que no hay derecho
dejar mal e ingratitudes
por esos dones preciados.
Vitoria, enero 1978
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